Ávila ya tiene más casas que personas: así es la ‘cara B’ del ladrillo en provincias

Teresa lleva dos años intentando vender su piso en el centro de Ávila. Lo puso a 68.000 euros pero lo ha bajado ya a 50.000 «y nada, no hay manera». En este tiempo solo ha recibido dos o tres visitas, a pesar de que está reformado, tiene tres habitaciones y 91 metros cuadrados. Al final lo ha puesto en alquiler, aunque el anuncio sigue acumulando días a la espera de un futuro comprador.

El caso de Marifé es parecido, pero por triplicado. Tiene tres pisos a la venta; uno desde hace once años; otro en el centro, herencia de sus padres; y por último el suyo propio porque quiere irse fuera de la provincia. A alguno le ha ido bajando el precio, pero sin suerte hasta la fecha. «En Ávila se construyó tantísimo que ahora no hay quien venda nada», se queja.

En Ávila el número de viviendas ha subido un 21% mientras que la población ha bajado un 5%

Mientras en el resto de España el aumento del coste de la vivienda es el signo más patente de la recuperación económica, los carteles colgados de ventanas y balcones se multiplican por toda la capital abulense y desploman los precios. Por algo es la única provincia de España donde ya hay más casas que población: casi 4.000 inmuebles residenciales más que personas para habitarlos, según datos del catastro analizados por este periódico. En la última década, el número de viviendas ha subido en un 21%, mientras que la población ha bajado en un 5%. Y la especulación inmobiliaria y la despoblación tienen mucha relación con estas cifras.

El AVE que nunca llegó

Año 2001. Ángel Acebes, entonces ministro de Justicia, y Álvarez Cascos, de Fomento, anuncian por sorpresa que el AVE pasará por Ávila. Presentan mapas, presupuestos y una fecha: 2007. Pero el cambio de gobierno traslada el proyecto a Segovia. No importa, la sombra del AVE sigue planeando por la ciudad y el año en que debía inaugurarse, Acebes vuelve a prometer un tren de alta velocidad para su tierra natal cuando los populares vuelvan al gobierno. Tres años después, en 2011, con Rajoy recién llegado a la Moncloa empiezan las consultorías y proyectos para acercar la capital «a 40 minutos». De manera paralela al periplo político, tiene lugar una operación urbanística para convertir la ciudad abulense en un inmenso dormitorio para miles de trabajadores que podrían desplazarse a Madrid en tiempo récord pagando la mitad por sus hipotecas.

Pero el AVE nunca llegó, y quien sí lo hizo fue una crisis económica sin precedentes en el país. Gran parte de las construcciones se quedaron a medias con promotoras acuciadas por las deudas o que no pasaron de la maqueta. Otras se finalizaron, pero nunca albergaron a nadie y ahora los vándalos y las palomas campan a sus anchas por lo que deberían haber sido pisos de primeras calidades.

El barrio del Valle Amblés, al sureste de la capital, fue el escenario donde se planificó este fracaso. Un paseo por la avenida de los Derechos Humanos, que lo atraviesa, deja a cada lado solares desiertos, estructuras de hormigón desnudas y edificios tapiados para disuadir a los amigos de lo ajeno. «Se han llevado hasta los clavos de las puertas», asegura Marifé, que tiene uno de sus pisos en esta zona. «Aquí no viven ni las palomas».

En todo el barrio solo hay una carnicería, dos bares, una tienda de lámparas, una gasolinera, un supermercado y una tienda de alimentación. Manuel Ángel regenta esta última, y reconoce que el negocio sobrevive «echando muchas horas» y gracias a la gente de paso que encuentra en la zona múltiples espacios para aparcar y comprar el pan o hacer pequeños recados. «Aquí empezamos tres socios con tres tiendas, y al final me he quedado yo solo con esta». Cerca de allí sale del supermercado Jesús, que fue primero encofrador durante las obras y después vigilante de seguridad de los restos. «Cuando empezó a notarse la crisis se pusieron a bajar mucho las calidades, pero ni así consiguieron colocar los pisos. Hay edificios donde viven una o dos familias,con guardas de seguridad para que no desvalijen los que están vacíos», explica.

Muchos edificios tienen seguridad para evitar que roben los materiales. (M.Z.)
Muchos edificios tienen seguridad para evitar que roben los materiales. (M.Z.)

Raquel fue de las primeras en comprar en el barrio, y hoy está haciendo cajas de mudanza. Hace una semana que ha puesto el anuncio en idealista al mismo precio que le costó hace siete años (115.000 euros por 85 m²). La compró como segunda residencia y ahora necesita el dinero para pagar su hipoteca en Madrid, aunque es consciente de que lo más seguro es que tenga que reducir sus expectativas. «He hablado con inmobiliarias y me han dicho que está un poco alto, pero lo mantendré un tiempo y si no, tendré que bajarlo», explica mientras ultima embalajes. «Me da mucha pena. Me había planteado vivir aquí más adelante, pero sin el AVE y con el coste de los peajes es impensable». La eliminación del peaje que interrumpe el camino a Madrid era otra de las promesas que no ha llegado a cumplirse: 10 euros ida y otros 10 a la vuelta que disuaden a muchos de ir cada día a trabajar a la capital.

9.000 viviendas vacías

—Nada, ¿no?

—Todavía no ha llamado nadie, no…

Ana Rufes es la gerente de la inmobiliaria familiar ‘tuKsa‘, una de las 20 que hay en toda la ciudad abulense. En un plazo de media hora despacha al menos a dos clientes que se asoman por el local a preguntar si alguien ha preguntado por sus pisos. Como ella, el sector sobrevive a duras penas en un mercado congelado ante el exceso de oferta. «Ayer vendí una que llevaba tres años y medio parada», explica. En Ávila se venden, en los mejores meses, unas 100 viviendas. Según datos del portal Idealista, es la provincia que más ha bajado sus precios de compraventa los últimos tres meses, superando a Soria y Murcia. «Hacía falta este ajuste de precios porque no era normal cómo se puso el mercado, la gente no podía pagar esas hipotecas ganando 900 euros. Esto no es Madrid», se queja Funes. Ahora mismo el precio del metro cuadrado es de 907 euros, casi cinco veces menos que en Madrid.

Pero el problema no es —solo— el exceso de viviendas, sino la calidad de la oferta. La mayoría son pisos viejos, sin reformar, que pueden encontrarse fácilmente en los portales inmobiliarios por unos 30.000 euros, pero que requieren el doble de inversión en rehabilitarlas. «La gente joven no quiere esos pisos, quiere obra nueva, y los matrimonios más mayores que tienen a los hijos independizados, también, pero en chalets. Y de eso no hay», añade Funes. Una búsqueda de «obra nueva» en Idealista arroja solo seis resultados:dos son promociones que llevan 12 años intentando colocarse, otra está sin construir y otras dos se refieren solo a garajes.

Se calcula que en Ávila hay 9.000 viviendas vacías, de las cuales 4.000 están sin estrenar —la mayoría en el Valle Amblés—. Y muchas nunca lo harán. «Pertenecen a promotoras que se endeudaron o desaparecieron y no pudieron afrontar el coste de las licencias para escriturarlas. Están ahí, construidas, pero echándose a perder porque el ayuntamiento no puede legalizarlas», explica Funes. «Es lo que pasa cuando se acaban las viviendas sin haberlas vendido. Se descontroló todo, vieron la oportunidad porque iba a tener un acceso muy rápido a Madrid, pero con precios a la mitad».

Ángel Alberto Paz, de Paz Propiedades coincide con esta valoración: «Fue una salvajada, no había necesidad de viviendas, se hizo por pura especulación». Lo mismo desde otra oficina que prefiere no identificarse: «En algunas zonas los precios han caído hasta un 50%. Hubo mucha gente que compró como inversión. Con el ‘boom’ el que tenía mucho dinero compraba una segunda vivienda en Aravaca, el que tenía un poco menos en las Rozas… y así hasta Ávila. Pero sin el AVE no han podido colocarlo».

Los carteles de venta se multiplican por toda la ciudad. (M.Z.)

La única salida de muchos pisos es colocarlos en el mercado del alquiler, una oportunidad en auge que ha subido un 5,33% en el mismo periodo en el que la venta iba a pique. El motivo es el principal sustento de la capital: la escuela de Policía, que después de una época de vacas flacas en oposiciones, hace un par de años que está recuperando las cifras de alumnos que demandan un lugar para vivir mientras estudian. «Intentamos convencer a los clientes de que, ya que no se vende, lo pongan en alquiler, porque la mayoría son muy reacios a bajar los precios, no quieren perder el dinero que les costó», explica Funes. «Y aun así cuesta, la gente tiene miedo de que se lo destrocen y vamos a tener un problema en septiembre porque no tenemos dónde acogerles».

Un nacimiento por cada dos defunciones

Según los datos de Paz Propiedades, una de las inmobiliarias más grandes de la capital, el 20% de las ventas de viviendas que se produjeron en 2017 correspondían a una herencia, otro 20% llevaban tiempo cerradas, y otro 20% habían decidido deshacerse de ellas porque «se les habían quedado grandes». Las tres razones apuntan al otro motivo por el que en la provincia abulense abundan más los lugares donde vivir que las personas para habitarlas: la despoblación y el envejecimiento de su población.

Ávila es el paradigma de la España vacía. Por cada nacimiento se registran dos defunciones y la tasa de natalidad ha bajado de los 12 nacidos por cada mil habitantes de 1975, a los seis en 2017. Y de los pocos que nacen, la mayoría dejan la provincia en busca de mejores oportunidades laborales al superar la mayoría de edad. «Aquí no hay nada, la provincia sobrevive de la escuela de Policía y el turismo, que lo están potenciando últimamente, pero poco más», explica Antonio Jiménez, presidente de la Asociación de Vecinos Arturo Duperier.

Hasta las grandes cadenas han ido echando el cierre de las calles más comerciales de la ciudad ante la falta de público y la caída de las ventas. Es de las pocas ciudades españolas sin un Zara, Oysho cerró hace unos meses y el escaparate de Mango sigue vacío un año después de su clausura. «Aquí abre un comercio y cierra a los dos años, cuando se acaba la inversión. Solo sobreviven los que tienen el local en propiedad, sino es imposible», explica una empresaria del centro de la ciudad.

Sin embargo, los pueblos se llevan la peor parte de la despoblación. Mientras que en Ávila ciudad hay 1,7 personas por vivienda, en pueblos como Narros del Puerto o Santiago del Tormes hay 0,14 y 0,19 respectivamente. En total, 189 pueblos no llegan a tener a una persona por inmueble residencial a efectos del catastro, y no hay ninguna esperanza de que la tendencia se revierta cuando la capital de provincia avanza precisamente por la misma senda.

«La gente joven es una especie en extinción», añade Ángel Alberto Paz, de la inmobiliaria. «Se van para estudiar y ya no vuelven. Los únicos que vienen son precisamente los mayores, que para estar más cerca del tren y de los médicosdejan sus casas en los pueblos para venir a la ciudad».

Fuente: Elconfidencial.com (21/7/18) Pixabay.com

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