Cuando la fortuna familiar no se queda en la familia

Familia y dinero pueden resultar una combinación diabólica, especialmente si se trata del reparto de una herencia millonaria entre los miembros de una empresa familiar. La historia de la economía moderna ha dejado ejemplos de todas las clases sobre este espinoso tema, desde las sagas que han logrado multiplicar su fortuna a lo largo de los siglos (véanse los Rothschild, por ejemplo) a la famosa maldición de la tercera generación, cuando el capital acumulado por los ancestros se difumina por mala gestión empresarial, por disputas intestinas o por todo ello a la vez.

Uno de los momentos más delicados para cualquier empresa familiar, el que puede destapar la caja de los truenos, es la designación de un sucesor. Por eso los administradores de este tipo de compañías deben anticiparse lo máximo posible a ese momento, evitando un traspaso de poderes precipitado que fomente las envidias y las incomprensiones. Lamentablemente, en España hay mucho por hacer al respecto: según un reciente informe elaborado por KPMG, el IESE y Russell Reynolds, sólo el 32% de las empresas familiares españolas considera de máxima importancia la preparación de la sucesión. Y sólo el 25% está en busca de un candidato ajeno a la propia empresa (algo que, por ejemplo, hizo Inditex cuando fichó a Pablo Isla). El informe señala que, si se trata de un fichaje externo, deben tenerse en cuenta otros factores además de la competencia técnica: «La inteligencia emocional de los candidatos a la hora de saber entender el legado familiar de la empresa donde se incorpora, integrarse en la compañía e incrementar el equity familiar y no sólo el económico, deben ser aspectos diferenciales».

En otras ocasiones, más polémica que la sucesión al frente de la empresa es el reparto del patrimonio personal del fundador. Ingvar Kamprad, el fundador de Ikea, fallecido el pasado enero a los 91 años, ha dejado la mayor parte de su fortuna (cercana a los 60.000 millones de dólares) a la fundación familiar, destinada a revitalizar el norte de su Suecia natal, mientras que sus cuatro hijos percibirán una pequeña porción.

Se trata de una práctica cada vez más habitual entre grandes empresarios. Tras el nacimiento de su primera hija en 2015, Mark Zuckerberg, CEO de Facebook, donó el 99% de sus acciones, unos 45.000 millones de dólares, a la Iniciativa Chan Zuckerberg, organización destinada al fomento de la salud y la lucha contra la desigualdad social.

El compromiso de dar

Un hito clave en esta forma de administrar el dinero tuvo lugar en 2010, cuando el matrimonio Gates (Bill y Melinda) y Warren Buffett lanzaron The Giving Pledge (El compromiso de dar), una campaña iniciada en 2010 y destinada a que los más ricos de Estados Unidos dediquen parte de sus bienes a fines filantrópicos.

Al igual que Zuckerberg, los empresarios más destacados del mundo tecnológico son entusiastas defensores de esta práctica. Elon Musk (Tesla), Larry Page (Google) o Pierre Omidyar (eBay) también han donado una buena parte de sus fortunas a diferentes proyectos.

Fuente: Expansion.com (8/5/18) Pixabay.com

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