Estos son los riesgos de viajar en avión o en tren que puedes (o no) evitar

«Tengo miedo al avión, también tengo miedo al barco…». La famosa canción de «Los mismos» en la que Helena Bianco proponía crear un puente desde Valencia hasta Mallorca fue el gran éxito del verano en 1968. Más de treinta años después, muchas personas repiten hoy la misma frase. Pero por motivos muy diferentes. En el verano de 2020 el miedo a viajar en avión no se debe tanto al riesgo de sufrir un accidente, sino más bien por lo que pueda ocurrir dentro. Y es que el virus… anda suelto.

Por supuesto, no solo hablamos de aviones. El miedo a viajar en transporte público en general (avión, tren, autobús, metro…) ha aumentado en estos últimos días ya que la OMS ha reconocido la posibilidad de que el virus se transmita a través del aire. Además de las vías ya conocidas «de persona a persona» o a través de superficies contaminadas, los estudios muestran que, junto a las gotículas de gran tamaño que exhalamos al estornudar, toser o hablar, y que pueden «volar» unos dos metros, pueden encontrarse otras gotitas más pequeñas, aerosoles, que podrían permanecer «flotando en el ambiente» durante varias horas y alcanzar distancias mayores a los dos metros. Esto no significa que cuando uno pone el pie en la calle y respira vaya a inhalar el virus alegremente. Pero los expertos nos advierten de que debemos tener precaución en espacios cerrados, especialmente si no hay buena ventilación, donde haya acumulación de personas durante bastante tiempo. Varias de estas condiciones pueden tener lugar en algunos medios de transporte y por tanto, si vamos a viajar, es importante hacerlo de la forma más segura posible. Estas son algunas claves que conviene conocer:

1. La gran lotería: el vecino de asiento. La Organización Mundial de la Salud define el contacto con una persona infectada dentro de un avión como estar sentado en las dos filas situadas inmediatamente delante o detrás de la fila del enfermo. Es decir, cinco filas en total. Por ello es imprescindible el uso continuo de mascarilla.

2. ¿Qué mascarilla me pongo para viajar? Aquí intervienen varios factores. Pero ante la dificultad de saber si nuestros vecinos, o nosotros mismos, estamos contagiados, y dada la imposibilidad de guardar la distancia de seguridad en algunos medios de transporte, lo ideal sería utilizar una mascarilla que nos ofrezca la máxima protección. Es decir, de tipo FFP2. Y aquí entra la segunda lotería. En nuestro país, para el ciudadano de a pie, conseguir una mascarilla certificada FFP2 es prácticamente imposible en estos momentos. A lo máximo a lo que podemos aspirar es al estándar chino KN95 que se ha permitido importar (las típicas blancas con las gomas que se ajustan a las orejas). Lamentablemente estamos comprobando en numerosos ensayos de control que muchos lotes de mascarillas que afirman ser KN95 no cumplen la filtración de partículas al 95%. De ahí las continuas retiradas que se están realizando. En resumen, usar una KN95 quizá sea nuestra mejor opción, pero ahora mismo no garantiza la misma protección de un EPI. En cualquier caso, la realidad es aún más complicada porque son pocos los que pueden permitirse los 5-6 que cuesta cada una de estas mascarillas con duración de ocho horas, y más si es para viajar de forma regular. Como además las mascarillas KN95 tampoco son las más cómodas para llevar durante varias horas (el tejido es más «gordito» y a mucha gente le agobia), las mascarillas higiénicas o quirúrgicas son compañeras habituales en los medios de transporte. Recordemos que estas mascarillas protegen al resto pero no nos protegen a nosotros.

3. ¿Nos protegen los filtros HEPA? Hepa significa High Efficiency Particulate Air. Los aviones modernos utilizan filtros de alta calidad HEPA que renuevan el aire de la cabina periódicamente. Estos filtros pueden reducir la presencia del virus SARS-CoV-2 «en el ambiente, es decir, los «aerosoles flotantes» de los que hablábamos. Sin embargo, como ya hemos comentado, la gran lotería en un avión es la persona que ocupe los asientos contiguos. Ni el mejor de los filtros HEPA es capaz de neutralizar en tiempo real las gotas de gran tamaño que puedan alcanzarte del estornudo de tu vecino de asiento. Recordemos además que la calidad de los filtros de otros medios de transporte, como el tren, es menor y ni siquiera podemos encomendarnos a ellos.

4. ¿Existe un asiento más seguro que otro? Especialmente en los vuelos largos, las personas no permanecen en su asiento durante todo el viaje. La mayoría se levanta para estirar las piernas o ir al baño como, por otra parte, es lógico. Esta circunstancia hace que las personas que ocupen asientos en el pasillo estén más expuestas a los continuos paseos de los viajeros. Por tanto, ocupar un asiento junto a la ventana y moverse lo menos posible puede ayudarnos a reducir los contactos.

5. ¿El problema está solo dentro del medio de transporte? No. Lo cierto es que el «peligro» también está ahí afuera. Las posibles colas que se forman a la hora de comprar los billetes o del embarque, los asientos en las salas de espera o las aglomeraciones al abandonar los medios de transporte o de recoger el equipaje son, entre otros, puntos críticos en los que resulta complicado evitar las aglomeraciones si todos los viajeros no colaboran. La tripulación, el personal de abordo y los mensajes de megafonía alertan de las normas. Pero finalmente es el pasajero el que tiene la responsabilidad de seguirlas.

6. ¿Comer o no comer? Las recomendaciones sobre el uso obligatorio de mascarilla pasan a un segundo plano en cuanto a un pasajero le llega la hora de su bocata y se la quita para comer. Entiendo que prohibir comer dentro del medio de transporte no es una opción. Pero esta excepción de su uso pone de manifiesto que hay muchos puntos críticos difíciles de resolver donde se deja la puerta abierta al virus. Mientras uno se come el bocata tose, carraspea, usa servilleta, se lleva las manos a la boca. Manos con las que luego toca el reposabrazos común. De todo esto tampoco nos libran los filtros HEPA, me temo.

7. ¿Sirve de algo tomar la temperatura? Las cámaras termográficas de infrarrojos pueden ser una medida complementaria pero recordemos que ni todo coronavirus provoca fiebre ni toda fiebre se debe al coronavirus. Además, solo miden la temperatura en las capas superficiales de la piel y los resultados pueden «falsearse» de manera relativamente sencilla, incluso con una toallita refrescante de bebé.

En resumen: viajar en transporte público es una manera sostenible de viajar que forma parte de la vida. Forma parte no solo de nuestro ocio sino también de nuestro trabajo. La reactivación económica pasa también por la reactivación de los servicios de transporte. Pero este mal necesario no debe ponernos una venda en los ojos ante la realidad: cuando muchas personas se juntan bajo un mismo techo sin guardar las distancias, con mascarillas de calidad diversa (incluso con la posibilidad de que alguno se la quite), el riesgo existe. De nuestros dirigentes, de las compañías y por supuesto de nosotros mismos, depende que este riesgo se minimice.

Fuente: Elmundo.es (19/7/20) Pixabay.com

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