El enésimo contencioso de España con Gibraltar: una batalla submarina

3991787-periscopio-que-salen-de-una-superficie-de-agua-ilustracion-digital53 barcos pesqueros españoles se ven obligados a cambiar de caladero por la escollera artificial.

Sin armas, sin patrulleras, sin avisos ni sirenas. El último conflicto con Gibraltar comenzó el pasado día 24 a las once y media de esa mañana, con el mar calmo. Un arrastrero y dos rederos que terminaban a esa hora de coger marisco y se disponían a regresar al puerto de La Línea de la Concepción observan a un remolcador de grandes dimensiones y bandera británica. Se situó a unos 60 metros de la costa española y a 100 metros de la pista del aeropuerto de Gibraltar. Desde cubierta comenzó a arrojar bloques de hierro y hormigón, algunos con pinchos y otros más lisos con forma de cubos de un metro y medio de lado. Ahora hay 75 ocultos por las turbias aguas de la bahía de Algeciras, en el fondo del mar. El efecto ha sido dejar sin este caladero a 400 personas vinculadas laboralmente a 53 barcos del Campo de Gibraltar… y un monumental conflicto diplomático que ha alterado toda la vida de la frontera.

Elías Márquez Villalba, el patrón del Cristóbal, navega cada madrugada con su hijo Alberto por la bahía de Algeciras. Antes compran el pan para el bocadillo de media mañana. El barco tiene nueve metros de eslora por tres de manga y un motor de 130 caballos. Elías se gana el sustento en estas aguas desde hace 43 años. Antes lo hacía con tres marineros, pero no ha podido con la crisis y a bordo solo han quedado él y su hijo.

Como a todos, el trabajo a veces se le hace rutinario. Desde que embarcan hasta que, una hora y cuarto después empiezan a lanzar sus redes al mar, se cuentan sus horas en tierra con sus familias. Estos días no pueden eludir también el nuevo conflicto con sus vecinos de toda la vida.

“Lo único que queremos es pescar aquí, donde siempre lo hemos hecho”, comenta Elías. El patrón aún se asombra del follón actual, sobre todo, cuando recuerda cómo era la situación hace años en este mismo caladero. “Es impresionante lo que hay ahora formado. Antes, los propios policías de Gibraltar venían a ofrecernos gasóleo y a avisarnos cuando se acercaba un submarino”.

Los marineros se sitúan entre la zona de Poniente, frente al llamado Puerto Chico de La Línea, y una de las cabeceras de la pista de aterrizaje del aeródromo de Gibraltar. Allí, la profundidad alcanza los cinco metros. “Son aguas calmas y en ellas hay gran cantidad de pesca debido a que son calientes porque da mucho el sol y hay poca profundidad. Eso favorece la reproducción”, explica Alberto Márquez.

En este lugar también calaban sus redes habitualmente los pesqueros Divina Providencia —conocido por sus frecuentes enfrentamientos con las patrulleras—, Alejandra, As de Oro y San Juan. Cada día faenaban en esa zona ahora sembrada de bloques de hormigón. Si lo hicieran ahora, romperían las artes, perderían la pesca y arriesgarían los barcos.

Esos bloques de cemento —el nuevo arrecife artificial, como lo denomina el Gobierno de Fabian Picardo— están a pocos metros del corazón de la bahía de Algeciras. En la parte norte, el complejo industrial de San Roque (Cádiz); al oeste, Algeciras y su puerto, en el que los contenedores se apilan tras las inmensas grúas de sus terminales; al sur, el estrecho de Gibraltar; y muy cerca, al este, el peñón de Gibraltar, del que sale una lengua de tierra que, cada cierto tiempo escupe los aviones que sobrevuelan los pequeños pesqueros.

En estas aguas se coge marisco de concha, como la escurpiña, o especies como el salmonete y el besugo. Los pescadores creen que los bloques arrojados, lejos de beneficiar al medio ambiente, han puesto en peligro de extinción a estas especies. Picardo defiende que “se trata de conseguir la creación de un futuro arrecife que favorezca el mantenimiento de distintas especies marinas”.

Ahora los barcos faenan en otros puntos de la bahía algecireña. Pero no se fían. Los representantes del sector sospechan que el Gobierno de Gibraltar tiene la intención de acabar con el resto de caladeros que rodean el Peñón.

De momento, el Ejecutivo gibraltareño ha decidido colocar estos bloques en la parte de su litoral más próxima a La Línea, en aguas de la bahía de Algeciras, pero los pescadores miran con recelo al caladero de la cara este del Peñón, donde los rellenos de terrenos ganados al mar, ya han causado, con el paso de los años, graves daños ecológicos a la fauna marina que han sido denunciados en numerosas ocasiones por los ecologistas ante la Comisión Europea.

El temor se alimenta con las imprecisiones del ministro principal de Gibraltar. “No vamos a seguir lanzando más bloques en un futuro inmediato, pero no descartamos construir otros arrecifes, en otros puntos de nuestro litoral”, asegura.

Eso es lo que preocupa al patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de La Línea, Leoncio Fernández, quien, llegó a amenazar con convocar una manifestación marítima de las flotas de Algeciras, La Línea y Estepona (Málaga) en las aguas en conflicto si los bloques vertidos no se retiran. “Están acabando con nuestro sustento. No queremos ayudas económicas, ni golpecitos en la espalda de nadie. Lo que queremos es que el Gobierno español actúe e impida que Gibraltar haga lo que quiera en nuestras aguas”, dice Fernández.El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, anunció ayer en Televisión Española que se destinarán ayudas del Ministerio de Agricultura a compensar a los pescadores. Ha asegurado que también se les compensará con lo que se recaude mediante una nueva tasa de 50 euros que se estudia para gravar cada entrada o salida en coche del Peñón.

Fuente: Elpais.es (10/8/13)

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