
A veces, el destino tiene giros rocambolescos. Hace más de 20 años se perpetró un robo en la parroquia de Cobeña, un pequeño municipio dormitorio a 25 kilómetros de la capital. Aquel golpe no estaba muy estudiado: se llevaron unos pocos manuscritos, algún útil de poco valor… Un palo del que no se escribió ni una sola línea en las páginas de sucesos.
Entre el material sustraído destacaba un antiquísimo libro de difuntos, fechado en 1681, que si bien poseía un escaso interés económico, era una insignia a nivel histórico y sentimental para el municipio.
Pero el tiempo pasó, el templo hasta cambió de sacerdote, y aquel atracó quedó en el olvido. Hasta hace unos días. Juan Antonio Martínez, actual párroco de Cobeña, recibió una llamada sobre las 10 de la mañana. «Era un hombre, con marcado acento alemán, que chapurreaba el español… Decía que tenía un libro de muertos… Pensé que era una broma«, evoca. Se trataba de Anthony (Tony para los amigos), jubilado que durante sus años en activo regentó una librería en Gotinga (cerca de Hannover), y que ahora se ha convertido en un coleccionista de textos antiguos.
Viaja por el mundo buscando nuevas joyas literarias y, en uno de sus periplos en un mercado de Chisináu (Moldavia), se topó con el códice de Cobeña. Pagó por el cerca de 40 euros y regresó con él a Alemania. Ya en su casa, tras inspeccionarlo, lo ubicó en el mapa, para más tarde culminar su hazaña. «Se presentó en Cobeña, con el libro, sin avisar. ¿Y si no me hubiera encontrado?», sonríe Martínez, alabando la «generosidad» de Anthony.
Respecto al hallazgo, consta de unas 300 páginas que se mantienen en «buen estado». Además de recoger un listado con todas las personas que fallecían, indicaba sus tierras y propiedades (ya que, como en aquellos tiempos el único que sabía leer y escribir era el cura, la gente iba a hacer su testamento ante él), si habían recibido el último sacramento, el lugar donde se enterraban… «Asimismo, venía un dibujo con el plano de la planta de la iglesia. En él se ve perfectamente las tres naves y sigue apareciendo lo que costaba enterrarse en cada una de las zonas: en los laterales, un ducado; en la parte central, dos ducados; en la parte baja pone pobres; y en la parte alta, junto al presbiterio, cuatro ducados, que es donde iba la gente con más dinero».

La humedad ha hecho estragos en el manuscrito, pero la tinta aún es legible. Tras digitalizarlo, el original se ha guardado en el archivo de la Diócesis de Alcalá de Henares, «ignífugo y con buenas condiciones de temperatura», para «que no se vuelva a repetir el suceso».
«La importancia del libro es que da detalles de la economía de Cobeña y de su entorno. También constata que era un pueblo con una gran presencia de judíos sefardíes, que se dedicaban principalmente al comercio, ya que era un importante cauce comercial entre Toledo y Alcalá de Henares. Tiene valor histórico, servirá para investigar sobre toda esta zona y, aunque no tenga tantos datos como un libro de bautismo, pueda ayudar a completar algún árbol genealógico«, desliza el párroco de Cobeña, quien añade que ya han avisado a la Guardia Civil debido a que, en su día, se interpuso una denuncia por el citado robo en su comandancia.
Tras ser puesto a disposición de aquellos historiadores que lo requieran, Martínez asegura que la desaparición de este tipo de libros es «más habitual de lo que parece». Lo «pintoresco» es que aparezca, porque no suelen hacerlo, y menos en Moldavia, a casi 3.600 kilómetros de distancia. Y remata el párroco: «Y también que un señor de manera totalmente altruista coja un avión y venga para entregarlo, no a venderlo… Es una historia muy bonita».
Fuente: elmundo.es (5/9/25) pixabay.com
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