La sal de Cádiz pone sabor a las carreteras de España tras Filomena

El ‘salero’ de Cádiz es de sobra conocido y reconocido en toda España, pero tras el paso de la borrasca Filomena, la sal marina de esta provincia es la que se ha convertido en protagonista indiscutible de una semana en la que el hielo está haciendo estragos en las carreteras y también en las calles de muchas ciudades –Madrid batió un récord esta semana con más de 2.000 traumatismos por resbalones y caídas en un solo día–.

La importancia de este producto —el cloruro sódico—radica en que es capaz de reducir el punto de congelación del agua de los 0º C hasta un máximo de -21º C, evitando que la nieve se convierta en hielo. Las cinco empresas de sal marina asociadas en Salimar, que aglutinan aproximadamente el 85% de la producción en España y el 40% de la sal marina en Europa, producen anualmente una media de unas 750.000 toneladas, de las que destinan un 16% aproximadamente a deshielo (seguridad vial, ayuntamientos, etc.), es decir, unas 120.000 toneladas anuales.

Sin embargo, tras este comienzo de enero tan especial por el paso de Filomena, esta cantidad se ha elevado hasta el 24% de la facturación, ya que calculan que este año van a tener que destinar a este tipo de sal más de 180.000 toneladas (60.000 más que un año normal).

La principal empresa española de producción de sal marina es el Grupo Asal, que explota tres salinas con una extensión de 2.500 hectáreas —dimensión equivalente a 20 veces el parque del Retiro de Madrid o el doble del término municipal de Cádiz—. El Grupo Asal produce en torno a 400.000 toneladas anuales de sal, de las cuales unas 300.000 se destinan como sal alimentaria y unas 100.000 para la seguridad vial.

Entre las primeras —consumo alimentario— destacan sus marcas (Chalupa, Ibersal y Halos Selection), así como las marcas blancas de sus clientes (las principales cadenas de distribución). También son importantes las ventas destinadas a otras empresas de la industria alimentaria para realizar sus productos —aceitunas, jamones, quesos, etc.—, al igual que para el tratamiento de aguas y la industria química. Sus productos son exportados a más de una decena de países en diferentes formatos.

En cuanto a la sal para deshielo y seguridad vial, de las 100.000 toneladas anuales que suele dedicar, en torno al 60% suele ir destinado a países del norte de Europa, mientras que el resto —unas 40.000 toneladas— son las dirigidas a territorio nacional.

La principal empresa española de producción de sal marina es el Grupo Asal, que explota tres salinas con una extensión de 2.500 hectáreas

Estas estadísticas han saltado por los aires en apenas 7 días, los que han servido para convertir la sal de Cádiz en el producto estrella de todas las carreteras y calles españolas. En esta semana, han vendido más de 20.000 toneladas (20 millones de kilos de sal) y apenas dan abasto para atender todas las peticiones que les llegan con urgencia y que siguen creciendo tras una semana de trabajo a marchas forzadas.

Para ello, han tenido que montar un plan logístico sin precedentes. El trasiego de camiones en sus instalaciones nunca se había vivido con esa intensidad. Cada día están saliendo de sus salinas en torno a 120 vehículos que transportan más de 3.000 toneladas de sal marina, bien directamente por carretera o bien a través de barcos como el que ayer partía desde el muelle de la Cabezuela, en Puerto Real, cargado con 8.700 toneladas camino de Santander y La Coruña, desde donde se distribuirán por el norte de España. Es el tercero de los barcos que han salido esta semana, los dos primeros con destino al norte de Europa.

Grua en una salina de Cádiz. (Grupo Asal)
Grua en una salina de Cádiz. (Grupo Asal)

La empresa cuenta con tres salinas, entre las que destaca Cetina, en Puerto Real, con nada menos que 1.200 hectáreas. Muy cerca, tanto en distancia como en volumen, se encuentra la salina Santa María, situada en El Puerto de Santa María, con otras 1.000 hectáreas. Tras ella se sitúa la salina El Estanquillo, en San Fernando, con 50 hectáreas y una historia que se remonta a la época de los fenicios. La actividad es frenética en estos centros, en los que trabaja una plantilla directa de 80 personas que estos días ha tenido que doblar turnos y contar con personal de refuerzo –palas cargadoras o retroexcavadoras– para dar salida a todas las peticiones. La empresa factura en torno a los 16 millones de euros.

Según los datos del sector, el precio de la tonelada de esta sal para deshielo oscila entre los 70 y los 90 euros, coste al que los ayuntamientos o comunidades tienen que sumar el transporte por carretera o marítimo, que en ocasiones le supone más que el precio del producto. Además, explican que no hay problemas de desabastecimiento porque existe mucho ‘stock’.

El Grupo Asal (Marítima de Sales) es una de las cinco grandes firmas —junto con Infosa (Tarragona), Salinas de Es Trenc (Mallorca), Salinera Española (Ibiza y Murcia) y Bras del Port (Alicante)— que componen Salimar, una asociación constituida en 2019 que quiere poner en valor un sector que tras años de decadencia parece estar en auge. Solo estas grandes empresas mantienen una facturación de unos 50 millones de euros con la explotación de unas 7.200 hectáreas, de las que 2.500 son las correspondientes al grupo gaditano, que ha conseguido en las últimas décadas revitalizar estas salinas.

Resurgir de las salinas

Sin embargo, en la provincia de Cádiz se estima que hay otras 5.300 hectáreas de marisma que languidecen abandonadas en un sector de historia milenaria que llegó a contar con cerca de 170 salinas artesanales a principios del siglo XIX. En los últimos años, tanto las administraciones públicas como algunos emprendedores privados han redescubierto las múltiples posibilidades de las salinas, que a sus múltiples propiedades han sumado la incomparable belleza de unos paisajes que no solo atraen turismo sino que han servido para el rodaje de películas, videoclips o anuncios.

Es el caso de la familia Armenteros, propietaria del Grupo Asal, que comenzó en el año 1968 tras comprar la salina El Estanquillo, de 50 hectáreas, y a partir de ahí ha hecho crecer la empresa con un proyecto sostenible que apuesta por la biodiversidad y el respeto al medio ambiente.

En 1982, abrieron una fábrica en Dos Hermanas para envasar sal de mesa. Además, optaron por mecanizar la producción en las marismas, que hasta entonces se explotaba de forma tradicional, lo que supuso la clave de su éxito. En 1996 adquirieron la concesión de la salina Santa María (1.000 hectáreas) y hace apenas seis años (2015) se hicieron con la salina Cetina (1.200 hectáreas), con la que han alcanzado sus actuales niveles de liderazgo nacional.

Francisco Armenteros se muestra especialmente orgulloso de «haber recuperado una marisma desecada donde ahora no solo hay actividad industrial 100% ecológica, sino que es un espacio más en el entorno del Parque Natural de la Bahía de Cádiz donde se contabilizan miles de aves que anidan allí y hasta 80 especies».

Fuente: elconfidencial.com (16/1/21) Pixabay.com

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