Portugal quiere ser la meca del trabajo remoto: alfombra roja fiscal y café a 0,60€

Allison Baxley, texana de 39 años, casada con su ‘highschool sweetheart’ y con dos hijos pequeños, «amaba absolutamente» Nueva York. «Siempre pensé que sería el tipo de persona que nunca me iría. Y entonces llegó la pandemia. Todo el mundo estaba agotado, y nos replanteamos nuestras prioridades. En Nueva York se puede hacer buen dinero, si trabajas duro, 24/7, para sostener tu estilo de vida en la ciudad. Pero si pudieras seguir ganando dinero desde cualquier otro sitio, donde el costo de vida fuera un tercio de tu pequeño apartamento, sin jardín… ¿Es realmente Nueva York el sitio donde quieres vivir?«. A mediados de 2020, Allison cogió las maletas y se mudó a Portugal.

El ‘shock’ producido por la pandemia de coronavirus ha sacudido varias tendencias de un mercado laboral como Estados Unidos. Entre ellas, lo que se ha llegado a llamar ‘la Gran Dimisión’, que casi dos años después los expertos prefieren llamarla, más agudamente, «gran repriorización». El pasado septiembre, un récord de 4,4 millones de empleados estadounidenses dejaron sus trabajos, según el Departamento de Trabajo de EEUU. Entre las razones, la mayoría de los expertos apuntan a que, como la propia Allison, muchos se han replanteado el equilibrio vida-trabajo y lo que les merece la pena por el salario que reciben. Muchos dejan el empleo en busca de uno mejor, otros apuestan por el teletrabajo, y otros, quizá los menos pero como un fenómeno en aumento, cogen las maletas y se van, convirtiéndose en ‘nómadas digitales’.

Y Portugal, país muy necesitado de trabajadores inmigrantes tanto para intentar atraer talento ‘altamente cualificado’ extranjero a su mercado laboral (todavía lastrado por el bajo valor añadido de su economía y bajos salarios) como para limitar el drama de su crisis demográfica, se quiere vender al mundo como la nueva meca de atracción de trabajadores extranjeros. El mensaje es claro: Portugal es un país fácil para emigrar y residir y que viene con todo el ‘pack’; variedad de opciones de visados, exenciones fiscales, una calidad de vida envidiable (sol, playa, buena comida a precios más que asequibles) y las ventajas del Schengen europeo. Alfombra roja fiscal y un café a 0,60 euros.

Portugal ha sido pionero en muchos programas para atraer inmigrantes: visados y exenciones fiscales para jubilados —que luego copiaron países como España y Grecia, ante la desesperación de gobiernos como el de Suecia—, regímenes de visados temporales para atraer empresarios y autónomos o incluso específicos para ‘startups’, concesión de la nacionalidad a trabajadores agrícolas de terceros países (como la recogida de la frambuesa en la costa alentejana) una vez cumplan siete temporadas trabajando en el campo, las ‘golden visa’ para inversores, un régimen fiscal específico (RNH) para trabajadores «altamente cualificados» que tasa los ingresos desde el extranjero (producidos, por ejemplo, mediante el teletrabajo) en un 0-15% y un 20% a los ‘freelances’… Incluso, ante el atasco de la concesión de nacionalidad a sefardíes en España, Portugal ofreció un programa similar al que acudieron centenares de rechazados en España. El RNH es de los más buscados, con casi 90.000 beneficiarios de 2009 a 2019, según la Autoridad Tributaria (AT).

Ahora, Portugal ha visto un filón que puede intentar aprovechar en ese tipo de ‘startups’ o trabajadores remotos. La aprobación hace apenas unas semanas de una ley del teletrabajo, que impide —bajo pena de multa— que el empleador contacte al empleado fuera de horas de trabajo y que obliga a una compensación económica por los gastos fue solo el último ejemplo de lo que es una política ya declarada del Gobierno de Costa. “Consideramos que Portugal es uno de los mejores lugares del mundo para que los nómadas digitales y los trabajadores remotos elijan vivir, queremos atraerlos a Portugal», afirmó la ministra de Trabajo, Solidaridad y Seguridad Social del país, Ana Mendes Godinho.

En su Libro Verde sobre el Futuro del Trabajo el Gobierno anterior del socialista António Costa señaló como una de las líneas de reflexión de las políticas públicas para los próximos años el posicionamiento de Portugal como un “país de excelencia para atraer nómadas digitales”, a través del refuerzo de las estrategias de promoción del país. Ya en los últimos presupuestos generales portugueses, el gobierno de incluyó financiación para un programa para “atraer y apoyar el establecimiento de trabajadores extranjeros en Portugal”. En aquel entonces, esos presupuestos naufragaron por el órdago de sus aliados de izquierda y forzando la convocatoria de unas nuevas elecciones en las que arrasó el Partido Socialista, por lo que es de esperar que, en los nuevos presupuestos, se reforzará esta iniciativa.

“No sé si [el Gobierno de] Portugal tiene una ‘política’ [de atracción de trabajadores extranjeros], pero el efecto es como tal. Quizá no es una política activa, pero lo es ‘de facto”, sostiene Pedro Góis, reconocido experto en cuestiones migratorias de la Universidad de Coímbra. En Portugal residen legalmente más de 702.200 extranjeros, un aumento del 6% con respecto a 2020 y una cifra sin precedentes para un país que hace 30 años apenas tenía 100.000. A lo que hay que añadir que, gracias a las facilidades de la ley de extranjería, por las que se puede obtener la nacionalidad portuguesa tras apenas cinco años de residencia legal, las nacionalizaciones también avanzan a pasos agigantados, pasando de unas 5.000 al año en 2007 a más de 50.000 al año, según datos del Ministerio de Administración Interior. “Es, desde luego, un gancho publicitario para los que quieren venir a Europa”, añade Góis.

Del ‘turístico’ Cascais al empresarial Oeiras

Con el parón económico de la pandemia, los proyectos publicitarios en los que trabajaba Allison como ‘freelance’ quedaron congelados. Los de su marido, en la industria cinematográfica, también quedaron ‘on hold’. “Así que nos dijimos: ‘Si pudiéramos ir a cualquier parte, ¿dónde nos gustaría ir? No necesitamos tener un trabajo para ir a algún lado”. La elección del sitio fue prácticamente cosa de “cinco minutos”. “Tiene un clima genial, una comida estupenda, gente maravillosa. ¿Cómo podemos hacerlo? Y entonces todo encajó perfectamente cuando hicimos las búsquedas de cómo venir. Portugal es uno de los países más fáciles [para murarse] y para obtener residencias de larga duración”, cuenta en entrevista con El Confidencial.

El 31 de julio de 2020 llegaron a Portugal, acogiéndose a la visa D7, que generalmente utilizan los jubilados extranjeros buscando residir en Portugal, demostrando suficiente ‘pasivo’ o ingresos individuales [como la pensión]. En el caso de Allison, presentaron 24 meses el coste de la paga de desempleo en Portugal (el mínimo es 12 meses) por cada uno de los cuatro miembros de la familia, «para demostrar que íbamos en serio [con la intención de mudarse permanentemente]». «Ahora es menos sobre los ingresos pasivos y más sobre cómo eres capaz de sostener tus gastos. Porque aquí realmente no hay trabajos para los extranjeros, es difícil y el salario es realmente bajo. Así que la mayoría está o empezando sus propios negocios ‘online’ o trabajando de manera remota. Abre la oportunidad para mucha gente que pueda decir: ¿si puedo trabajar desde cualquier sitio, por qué vivir aquí [en EEUU]?» La D7 fue un primer paso, pero ahora la familia está estudiando otras opciones fiscales de las que ofrece Portugal, como el RNH, pensado para determinados tipos de trabajadores ‘altamente cualificados’ extranjeros, y quizá empezar en el futuro un negocio de inversión inmobiliario.

Ahora vive en Cascais, localidad costera a 30 kilómetros de Lisboa, en una casa de tres dormitorios, dos pisos, jardín y piscina, por la que paga 2.400 euros al mes, facturas incluidas. Según explica, en Nueva York pagaban 4.200 euros, sin facturas, por un pequeño apartamento en un cuarto sin ascensor. Su marido sigue trabajando de forma remota en la industria cinematográfica, y ella ha lanzado una página web en la que ayuda a otros extranjeros que también se están planteando mudarse a Portugal, al tiempo que abraza un nuevo estilo de vida más tranquilo que el de Nueva York. «Estamos renovando nuestras vidas y la forma en que vivimos. Más tiempo al aire libre, más comidas locales frescas…».

En los bares de Cascais es fácil que la clientela no hable una palabra de portugués más allá de ‘um café e um pastel de nata’, y que se oiga el inglés, francés o incluso sueco. En Cascais residen 30.328 extranjeros, un 14,2% de su población total. A apenas 20 minutos en coche rumbo a Lisboa está Oeiras, localidad que quiere llamarse a sí misma la Silicon Valley de Portugal, en palabras de su alcalde Isaltino Morais. Cascais y Oeiras ejemplifican la evolución de las demográficas que intenta atraer Portugal, de los jubilados —hasta hace pocos años, con unos sistemas impositivos casi nulos o del 10%— a los empleos tecnológicos.

La de Oeiras es una historia curiosa, como destacan sus pobladores en cuanto se entabla conversación. Su histórico alcalde, Isaltino Morais, cumplió de 2013 a 2014 condena por delitos de defraudación fiscal y blanqueo de capitales. Desde la propia cárcel empezó a organizar su campaña para la reelección en 2017, que ganó. En las recientes elecciones municipales de septiembre de 2021, Morais fue reelegido con el 50,9% de los votos. “Le votamos porque trajo empresas y dinero”, asegura —aunque con un poco de sorna— António, un vecino de la localidad. Con una agresiva campaña de beneficios a empresas internacionales, Morais logró atraer a Oeiras a grandes compañías que tercerizaban sus servicios, como el de moderación de anuncios de Google en todos los idiomas. En Oeiras se está levantando, precisamente, un ‘World Trade Center’. El municipio es uno de los más ricos del país.

“La cantidad de gente, especialmente en la comunidad de web3 [Blockchain, metaverso…], que me han dicho que se van a mudar a Portugal es simplemente una locura”, sostiene João Nunes, ‘ojeador’ de inversiones en ‘startups’ en el mercado de Europa, Oriente Medio y África (EMEA) para la compañía estadounidense Techstars, y residente en Oeiras.

“Hay un brillante futuro por delante para las ‘startups’ [en Portugal]”, asegura Nunes, quien señala a Lisboa especialmente como el gran “laboratorio ‘startup” portugués, apoyado tanto por unas leyes estatales —incluidos programas de visados y financiación específicos para ‘startups’— como por las autoridades políticas locales. Mientras Oeiras se enfoca en las relaciones con grandes compañías, uno de los mayores reclamos del recién elegido alcalde de Lisboa, el conservador Carlos Moedas, fue la construcción de una ‘fábrica de unicornios’ [empresas emergentes con una valoración de mil millones de dólares] en la ciudad. Se trata todavía de un proyecto, pero Portugal lleva la delantera: el país cerró 2021 con siete unicornios (cuatro solo en 2021), apenas por detrás de España, que con cuatro veces más población, tiene 12.

Más allá de las ‘startups‘ o los trabajadores ‘de altas capacidades’, Portugal ha atraído también, casi sin querer, al mundo del ‘cripto’. Antes de que los altos valores del cripto se tambalearan ligeramente (el pico más alto del bitcoin fue en noviembre de 2021 a 58.000 euros, frente a los 38.000 de esta semana), Portugal se colocaba como uno de los “paraísos fiscales” para lo cripto por un feliz vacío legal de falta de regulación que tasaba en el 0% de impuestos los ingresos de las operaciones con criptomonedas. Es fácil encontrar detalladas guías de cómo mudarse a Portugal en foros de ‘criptobros’, una publicidad que a Portugal le ha venido como anillo al dedo, pero que viene con asterisco: si es el único ingreso de capital, el impuesto es el general en Portugal, bastante alto.

Por lo reciente de alguno de los programas, y con el coronavirus de por medio, es difícil valorar el éxito específico de estas políticas de atracción. Sin embargo, tenemos las cifras generales del SEF (Servicio de Extranjeros y Fronteras): en 2021 se presentaron más de 48.000 solicitudes formales para obtener permiso de residencia, frente a las 35.000 de 2020. “Los números pueden ser pequeños [en algunos programas], pero son importantes como herramienta de comunicación estratégica”, sostiene el experto Góis.

Gentrificación y agravio fiscal

Pero este intento portugués viene también con algunos problemas. La presencia cada vez mayor de inmigrantes como Allison está generando una burbuja de gentrificación, especialmente en las principales ciudades como Lisboa u Oporto.

El precio de las casas en Lisboa ha aumentado un 68% entre 2016 y 2019, y también se ha disparado el precio del alquiler. Según un informe de la compañía de ‘real state’ Athena Advisers de finales de 2021, “el mercado de alquiler a medio y largo plazo en el segmento residencial premium en Lisboa ha registrado un crecimiento muy fuerte, impulsado por la demanda de familias extranjeras que desean establecer su residencia en Portugal”. Según la compañía, “el 70% de la demanda proviene de familias extranjeras que se establecen de forma permanente en Portugal y el 30% proviene de nómadas digitales o expatriados por motivos profesionales que se instalan en nuestro país de forma temporal”.

En la capital es habitual, y tras la pandemia vuelven a crecer, el arquetipo de joven de otros países de la Unión Europea que adquiere a buen precio un viejo inmueble y lo renuevan para colocar sus negocios o proyectos ‘hipsters’. “Empieza a haber una caracterización como de un ‘enemigo’, el joven diseñador alemán que viene a Lisboa”, comenta Jonás residente en la capital lusa.

Para compensar estos desequilibrios, el Gobierno portugués introdujo a principios de año —entre otras medidas— una nueva limitación a las ‘Visas doradas’, un programa de residencia para extranjeros si adquieren inmuebles por valor de medio millón. Además de aumentar la cuantía de la inversión inicial, tendrá que ser en zonas del despoblado interior del país, no la costa. El momento álgido del programa de ‘visas doradas’ fue en 2014 (con 1.526), pero, como señala Góis, lo cierto es que esa ‘Visa dorada’ no es necesaria, pues bastaría con entrar de manera legal en Portugal, pagar un mínimo de impuestos y tener un empleo —no necesariamente en Portugal— para solicitar permiso de residencia.

Además de la gentrificación y la burbuja inmobiliaria en la costa, también está el agravio por comparación de salarios. Pese al crecimiento económico portugués de los últimos años, su economía sigue por debajo de otros vecinos europeos, y el salario medio anual es el sexto por la cola de los estados de la OCDE, solo por encima de Hungría y Grecia en la UE. Mientras tanto, los nómadas digitales suelen mantener su trabajo como ‘freelances’ para empresas extranjeras o teletrabajando. En esos casos de ingresos desde el extranjero, las exenciones de impuestos pueden ser casi totales. Quizá es esta una de las razones por las que el Programa Regressar, que intentaba traer de vuelta a los miles de portugueses que emigraron al extranjero durante la crisis de 2008 tuviera un muy limitado impacto.

Fuente: cincodias.com (11/2/22) pixabay.com

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