La leyenda de Evita cumple 60 años

Eva Duarte de Perón y Juan Domingo Perón saludan a la multitud desde el balcón de la Casa Rosada, en octubre de 1950. / AP

Poco se puede decir de Evita que no se haya dicho ya. Casi todo el mundo ha tenido ocasión de leer que provenía de una familia muy pobre, que conoció a Perón en 1944, cuando apenas tenía 25 años, que murió a los 33 de cáncer de útero; que era tan odiada por las clases más conservadoras de Argentina que llegaron a escribir en las paredes durante su convalecencia “viva el cáncer” (aunque de esto último no haya ninguna prueba gráfica); que le apodaban la Yegua, que la tachaban de prostituta, que fue la gran benefactora de los “descamisados” y que su tumba sigue siendo la más visitada en el cementerio de la Recoleta, donde yacen los padres de la patria argentina. Su nombre sigue generando debate, discusiones, reproches, libros y anuncios históricos

Con motivo del 60 aniversario de su muerte, que se cumple hoy 26 de julio, la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, anunció ayer la puesta en circulación de billetes de cien pesos (equivalente a 18 euros según el cambio oficial y a unos 14 según el paralelo), los de mayor valor en el país. Será la primera vez en la historia del país que el rostro de una mujer aparezca en un billete.

“Este billete es un homenaje que nos debemos los argentinos, es también reparador de nuestros propios errores, de nuestras equivocaciones”, indicó Fernández. “Y no es que Eva haya sido perfecta, no es que haya sido una santa, al contrario; lo que la convierte en algo más grande, en algo más inolvidable e inmortal es que fue una humilde mujer de pueblo que tuvo la inmensa suerte de encontrarse con un hombre y con un pueblo, porque se encontró con un hombre y con un pueblo”.

A los pocos minutos del discurso, el nombre de Evita ya se situaba en Twitter entre los de mayor tendencia. Muchos internautas recordaban la legendaria frase erróneamente atribuida a Evita:: “Volveré y seré millones” para hacer el chiste de que sería millones en billetes de cien. Otros aprovechaban para atacar al Gobierno – “¿El billete nuevo Evita la inflación?- y no faltaba tampoco quien atacaba al mito con el mismo odio y mezquindad que hace 60 años: “Perfecto homenaje para una prostituta como Eva Perón, pasar de mano en mano hecha billetes”.

También en la redes sociales se reprodujo el debate de amor y odio. “Cuando se habla del amor y odio que despierta por igual nunca se suele recordar que quienes la odian son muchos menos que quienes la aman”, aclara el historiador argentino Felipe Pigna, quien ha publicado este mes el libro Evita, jirones de su vida. En el libro, se recuerda una entrevista del periodista y escritor Tomás Eloy Martínez con el general Juan Domingo Perón en Madrid en marzo de 1970:

— General, usted se da cuenta que Eva Perón como mito es más fuerte ahora que usted en la Argentina

Él se ofendió, se molestó y dio un golpazo sobre la mesa y dijo:

Eva Perón es un producto mío, yo la hice, yo la preparé para que fuera lo que ella fue.

“Es verdad que Evita sin Perón no hubiese existido; Perón sin Evita, sí. Pero habría tenido un perfil distinto”, aclara Pigna. “Él nunca pensó que esa mujer iba a romper el molde de una primera dama. A través de la Fundación Evita ella logró asistir a miles de ancianos, niños y madres solteras. Y es un punto muy importante éste porque en los años cuarenta hubo grandes migraciones de hombres del campo a la ciudad. Las mujeres se quedaban solas, sin medios de subsistencia. Y en cuatro años, desde 1948 a 1952, ella puso en marcha una acción fortísima y de una eficacia muy rápida: regaló miles de máquinas de coser y con eso muchas mujeres encontraron una forma de traer dinero a casa, fomentó créditos para viviendas, implantó las escuelas de doble turno. Fue una obra que contrastaba con lo poco que se había hecho durante 120 años en la Argentina”.

Y aquí llegamos a la cuestión del odio: “Evita le quitó a la Iglesia el tema de la beneficencia y empezó a hablar de ayuda social. Las monjas fueron reemplazadas por enfermeras en los hospitales. Y el peronismo auspició la llegada de la clase obrera a lugares donde nunca antes habían estado. Se construyeron albergues en Mar de Plata, que era el gran balneario de la oligarquía argentina. Y como los oligarcas no querían mezclarse con los obreros, se marcharon a Punta del Este, a Uruguay. Ella creó los hogares del estudiante, que eran en aquella época hoteles de lujo a disposición de los alumnos de las clases más humildes”.

Entre las partes más sombrías de su trayectoria política Pigna destaca en su libro los “contenidos personalistas y autoritarios” de la política educativa. “El uso obligatorio de manuales que exaltaban las personalidades de Perón y Evita y el rígido control de la emisión de opiniones de docentes y alumnos deslucían los logros cuantitativos. Más de 700 profesores fueron cesanteados [despedidos] por no adherir al peronismo o por no ser lo suficientemente obsecuentes [halagodores] según el gusto de los alcahuetes de turno. En las universidades se vivía un clima opresivo y eran frecuente las invasiones de las facultades por miembros de las fuerzas policiales”, relata el libro.

El libro reseña la enorme cantidad de avances sociales (periodos de vacaciones y descansos, inversiones en salud y educación…) que se consiguieron bajo el peronismo, pero no elude afrontar la forma en que Perón y Evita combatieron a sus enemigos políticos. “La vida política de los partidos estaba muy controlada por los organismos de seguridad; sus militantes eran perseguidos y se ponían múltiples trabas a la edición y circulación de sus medios de prensa. En las comisarías eran frecuentes las torturas a los detenidos políticos”.

También se cuenta cómo las militantes socialistas y comunistas argentinas no se sentían identificadas con la esposa de Perón, sobre todo aquel junio de 1947 en el que Evita partió hacia Madrid en calidad de primera dama para ser recibida en Barajas por una multitud de 300.000 personas que gritaba “Franco y Perón, un solo corazón”.

A Evita la inventó Perón, pero también la inventó Tomás Eloy Martínez, con su libro Santa Evita. “Tanto es así que a mí, como historiador, me toca ir desmintiendo hoy en días cuestiones que se narran en esa novela maravillosa, que la gente toma como verdaderas y solo existieron en la imaginación de Tomás. Hubo un tiempo en que se podía evaluar la calidad de un libro sobre Evita con solo ver lo que decía sobre su cadáver. Porque copiaban en libros de historia cosas que se había inventado Tomás”.

Gran parte del mérito de que Evita se haya convertido en el mito que hoy es, según Pigna, hay que atribuírselo a sus enemigos, los militares. “Su cadáver estuvo secuestrado 14 años. Y eso, sin duda, sirvió para engrandecer su figura. Además, se murió en la gloria, no se desgastó con el poder político”.

Fuente: Elpais.com (26/7/12)

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