La publicidad agita los ‘castells’

castells vilafranca en LondresLa liebre saltó en una actuación de los castellers de Vilafranca el 19 de abril. Durante un viaje a Londres los verdes se colocaron sobre sus camisas una camiseta con la marca cervecera Damm, que había alquilado el espacio por 10.000 euros. Al día siguiente, la Coordinadora de Colles Castelleres de Catalunya (CCCC), el órgano que las gestiona desde 1989 y paga el seguro de todas ellas —250.000 euros de póliza—, emitió un comunicado recordando el acuerdo alcanzado en 2012 en la asamblea general, en el que se prohibía exhibir ni insertar el nombre, marca, logotipo y denominación que identificara a un patrocinador en la camisa pantalones, faja, pañuelo o casco, durante las actuaciones. También se les pedía explicaciones a los de Vilafranca.

Los castellers viven uno de los momentos más dulces de su historia, pero el debate sobre la publicidad lo está enturbiando. Más castells construidos, más altos, más colles, mayor reconocimiento, sobre todo desde que la Unesco en 2010 incluyó estas construcciones humanas como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Pero el momento coincide con una crisis que ha hecho que las subvenciones y la contratación hayan disminuido. En la búsqueda de ingresos algunas colles no han dudado en lucir marcas publicitarias durante sus actuaciones, algo que ha generado que la Coordinadora les haya abierto un expediente.

En Cataluña unas 10.000 personas, agrupadas en 66 colles —la mayoría en la provincia de Barcelona— dedican dos o tres días a la semana, nueve meses al año, a la construcción de castells. Se trata de una actividad amateur, algo que los diferencia de otras actividades como las deportivas. Sin embargo, según un reciente estudio de la Universidad Rovira i Virgili, las colles tienen un presupuesto de 4,3 millones y generan un impacto de 16 millones de euros. Las cuotas de los socios, las actuaciones —aunque la mayoría de colles cobran en especias y actúan por intercambio con otras formaciones— y las subvenciones, son las principales fuentes de financiación.

La situación de crisis ha hecho mella en las formaciones. Los ayuntamientos, de los que procede el 70% de las subvenciones y contrataciones, han reducido sus aportaciones, por lo que se han tenido que buscar otras fuentes de financiación. Ahí es donde radica el problema que está agitando al mundo casteller en los últimos meses. ¿Puede un símbolo como el casteller dejarse “comprar” por una marca? “No estamos a favor de insertar publicidad durante una Diada oficial, pero otra cosa es un acto comercial”, asegura Josep Cabré, presidente de los castellers de Vilafranca.

Fue un gesto de agradecimiento al apoyo que nos dió el distribuidor de Damm en Londres”, asegura Cabré, que mantiene que los gastos del viaje a Reino Unido corrieron a cargo de la formación e insiste en que “era un acto privado y no incumplimos la normativa porque era camiseta colocada sobre la camisa”.

Días después, el 8 de mayo, fueron los castellers de Barcelona los que lucieron publicidad. Esta vez fue en las fundas de los cascos, durante una exhibición contratada por el Banco de Santander y Ferrari, previa al gran premio de Montmeló. Tras el acto, las redes sociales recogían fotos y las primeras críticas, y al día siguiente la Coordinadora volvió a recordar que el acuerdo de 2012 no distingue entre actos públicos y privados.

“Se nos pidió que lleváramos cascos de piloto, pero nos negamos porque no estaban homologados, entonces se acordó que los nuestros se cubrirían con una funda del mismo color que los coches. La sorpresa fue cuando vimos que también llevaba el logotipo del banco y de la escudería”, asegura Jordi Agut, de los castellers de Barcelona. “No íbamos a dejar la actuación colgada, pero no hubo mala intención”, se excusa.

El caso es que la Coordinadora ha abierto expediente a las dos formaciones, les ha pedido explicaciones y no descarta tomar otro tipo de medidas. “Nuestra organización no está para sancionar, sino para coordinar y ayudar en todo, como a mejorar la gestión de los recursos”, asegura su presidente, Alfonso González, “pero tampoco se permitirá que se ponga en peligro la credibilidad del mundo casteller y la imagen que se ha dado por otra mercantilista”, asegura este profesor de Derecho Internacional. En cuanto a los expedientes abiertos, que no se habían hecho públicos hasta ahora, González recuerda que son los estatutos los que determinan la apertura del expediente ante cualquier incumplimiento de las normas. “Hablaremos con ellos para solucionar el problema. Son hechos aislados que no queremos que se vuelvan a repetir”, asegura González, que aboga por otras formas de financiación, como talleres, apertura de las sedes a visitantes, la creación de una marca de prestigio para todas las colles y una línea de productos común. “Las empresas deben entender el mundo casteller y no exigir algo que no exigen, por ejemplo, a una orquesta cuando patrocinan un concierto. Tenemos que pensar que se trata de lo mismo”, explica González.

Guillermo Soler, gerente de la Coordinadora, remarca que los castellers “es una manifestación de cultura popular que se desarrolla en las fiestas mayores, un contexto en el que la publicidad no tiene lugar” y recuerda que la Unesco habla explícitamente de “evitar una imagen comercial”. Soler entiende la necesidad de compensar la pérdida de ingresos —muchas colles tenían convenios con las cajas provinciales que con su desaparición se han perdido—, pero defiende otras vías para hacer frente a los gastos. “La verdad es que hay menos dinero pero hay una docena de colles en marcha. El principal capital es la capacidad de movilizar a la gente. Las colles que han desaparecido no ha sido por falta de dinero, ha sido por otros motivos”, asegura.

“Aquí el derecho a llevar la camiseta no se compra, se gana cuando has demostrado compromiso con la colla”, remacha Soler.

Por su parte, Cabré insiste en que “nunca llevarían publicidad en una diada oficial”, mantiene que la situación ha cambiado mucho en los últimos años y que el tema está sobre la mesa. “Tenemos que hablar con tranquilidad y dar un paso más”, añade Cabré, cuya formación se abstuvo en la asamblea en la que decidió no insertar publicidad. “Los valores siguen siendo los mismos aunque se lleve publicidad. No entiendo la diferencia entre ponerse una camiseta con publicidad o abrir una pancarta con publicidad tras coronar un castillo, como hacen muchas formaciones, y no pasa nada”.

Por último Josep Sitjà, de los castellers de Barcelona, lo tiene claro: “Se puede perder un local por falta de recursos, se puede dejar de viajar, pero aunque no hubiera ninguna entrada económica, seguiría habiendo castellers, porque es una cuestión de fiesta y cultura popular. Aquí el cap de colle no es el que más recursos tiene o el que más miedo da, es el que mejor lo hace. Siempre lo he visto así y eso no va a cambiarlo el dinero de la publicidad”.

Fuente: Elpais.es (17/6/13)

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