La reforma laboral reducirá la duración media de los contratos indefinidos y elevará el número de despidos

La reforma laboral aprobada por el Congreso el pasado mes de diciembre ha entrado en vigor en abril con todos sus efectos. Una vez vencido el periodo transitorio de adaptación, el mercado de trabajo español tiene ya en marcha un marco regulatorio que se propone acabar con la precariedad de los contratos, identificada con los contratos temporales. El abuso de la temporalidad ha convertido España, con la Administración como uno de los mayores focos, en un caso extremo que ahora toma un rumbo firme hacia el contrato indefinido.

En qué consistirá este cambio cuando se consolide es lo que ningún experto se atreve a aventurar. ¿Con la temporalidad termina el trabajo precario? ¿La transformación consolida el empleo de calidad o es mera estadística? ¿Se genera más empleo? ¿Habrá más o menos despidos?

Por el momento, el participio «indefinido» lo tapa todo. Pero hay un matiz que, a lo largo de esta semana, ha cobrado relieve a medida que se subraya el cambio en el mercado laboral: indefinido no significa para siempre. Ni ahora ni antes de la reforma, como destacó el economista Florentino Felgueroso en su informe Precariedad 2.0: contratos indefinidos, pero no eternos, publicado por Fedea en 2018 junto a Marcel Jansen y José Ignacio García Pérez.

El del exceso de temporalidad es un problema reconocido de manera unánime en España, con una especial afectación sobre jóvenes y mujeres. Así se reflejó en la demanda de la Comisión Europea a la hora de orientar la reforma y la posterior negociación aprobada por todos los agentes sociales, el Gobierno y el Congreso. No se derogó la reforma laboral de 2012 pero si de algún cambio puede presumir la vicepresidenta y responsable de Trabajo Yolanda Díaz en su proyecto es de convertir la contratación en indefinida por decreto.

De este modo , las estadísticas periódicas del mercado laboral ya empiezan a marcar la tendencia que se acentuará en los próximos meses. En marzo, casi un 31% de los contratos firmados fueron indefinidos, una proporción que antes del pasado mes de diciembre era prácticamente imposible por el arraigo de la temporalidad. ¿Muestras? Oscilaciones de centenares de miles de altas y bajas en la Seguridad Social entre los últimos y los primeros días de mes (alrededor de 300.000 los 31 de agosto) o los contratos de cinco días interrumpidos el fin de semana para evitar el pago de cotizaciones. A lo largo de la última década, la relación entre ambas modalidades de contratación ha sido de nueve contratos temporales por uno indefinido. Sólo a partir del pasado mes de febrero los temporales bajaron del 86% para perforar en marzo el nivel del 70%.

Con estos números, los 513.677 contratos indefinidos firmados en marzo llevaron el pasado lunes al secretario de Estado de Seguridad Social Israel Arroyo, a anunciar la «transformación acelerada del mercado de trabajo» gracias al impacto de la reforma laboral, por las repercusiones «en términos macro para la economía y términos personales para la gente». Su colega de Trabajo, el secretario de Estado, Joaquín Pérez Rey, apuntaló el enfoque al subrayar que los trabajadores españoles están viviendo una «recuperación muy contundente del principio de estabilidad en el empleo y lucha contra la precariedad».

Pero el fin de la precariedad está lejos de ser una garantía de la reforma laboral. Según el estudio de Fedea, con la anterior legislación, el 40% de los contratos indefinidos se consideraban de «corta duración» porque su vigencia apenas llegaba al año y el despido era la vía predominante de terminación de la relación laboral.

Es decir, la contratación indefinida quedaba lejos de plantearse un proyecto laboral estable para cuatro de cada 10 trabajadores. Tampoco es que, por contraste con la precariedad identificada con los contratos temporales, constituyera una herramienta clara de creación de empleo. El estudio indicaba que la repercusión de los cerca de dos millones de contratos indefinidos que se firmaban cada año era «relativamente baja» en las variaciones netas del empleo indefinido. «Visto de otra forma y como ejemplo, en los últimos cuatro años de expansión económica (2015 a 2018) se necesitaron en promedio ocho contratos indefinidos por cada ocupado adicional con este tipo de contrato», dice el informe.

En el momento del estudio, la contratación indefinida existían numerosas bonificaciones a la contratación indefinida y en el caso de los emprendedores, no había indemnización en el primer año. En la nueva etapa se prevé un intenso trasvase de la contratación temporal hacia la contratación ordinaria, que es la indefinida. Al absorber grandes bolsas de contratación temporal como por ejemplo la obra y servicio, que transforma en indefinidos fijos discontinuos, se producirá una paradoja. Habrá más contratos indefinidos que nunca pero probablemente también durarán menos que nunca.

«A priori, es lo que cabría esperar, una menor duración media de las relaciones laborales con contrato indefinido», confirma Felgueroso, que aclara que no dispone del dato actualizado de vigencia media de los contratos.

Rotación en los dos primeros años

Su compañero, el economista Marcel Jansen explica que aunque el marco laboral haya cambiado y promueva el trasvase de unas relaciones temporales a fijas, «lo razonable» es pensar que los contratos indefinidos durarán, como media, menos que antes de la reforma. No sólo eso, sino que en los primeros años de contrato también se producirán más despidos. «Habrá más rotación», opina. Jansen recuerda en este sentido que la tasa de destrucción de empleo en este tipo de contratos alcanzaba el 40% en el primer año para después ir bajando. Si el contrato superaba los tres años, la tasa de supervivencia en la relación indefinida crecía notablemente. «La cifra de despidos subirá, es un efecto colateral; lo que tiene que hacerse es prevenir la excesiva rotación en el primer y segundo año por el hecho de que en ese plazo despedir resulta más barato».

Así, que la reforma laboral está transformando ya el mercado de trabajo es un hecho. Pero que la generalización del contrato indefinido producirá estabilidad en el trabajo y acabará con la precariedad, no tanto. El Gobierno ya da prácticamente por consumadas ambas cosas pero empresas y sindicatos piden prudencia, como la piden los economistas, que consideran que hasta dentro de dos años no se podrá hacer un balance riguroso de los cambios.

«Yo soy de los que niegan que la transformación es meramente estadística: para un trabajador, pasar de ser temporal a indefinido es muy importante; está más protegido y a medida que perdura su relación laboral la productividad puede beneficiarse, dice Jansen, al tiempo que advierte sobre las posibilidades de inserción indefinida de colectivos como jóvenes sin formación o parados de larga duración. «Los contratos temporales eran útiles como puente hacia un empleo más estable, ahora tenemos que evitar que su inserción se dificulte tras la reforma.», opina.

Que la trampa de la precariedad haya desaparecido en una semana después de ser el gran problema del mercado laboral español durante años es tan sorprendente que los expertos laborales dudan que sea cierto. El foco se sitúa en los nuevos contratos fijos discontinuos.

Este contrato es la estrella de la reforma y se usará para realizar trabajos estacionales o vinculados a actividades productivas de temporada. Es la herramienta con la que se pretende cubrir las necesidades empresariales para trabajos temporales, incluso de una semana o menos, o los que hasta el pasado mes de marzo se venían realizando bajo la modalidad de obra y servicio.

En marzo, los contratos fijos discontinuosse multiplicaron por cinco en términos anuales, siendo la categoría que más creció (un 407%) pero la que menos contratos registró en comparación con otras como los indefinidos a tiempo completo o a tiempo parcial. Eso sí, junto a los eventuales por circunstancias de la producción, los de obra y servicio fueron la principal fuente de alimentación para los contratos convertidos en indefinidos, mayoritariamente a la categoría de fijos discontinuos.

Este trasvase es el que tanto los despachos laborales como los inspectores de Trabajo identifican como el de mayor riesgo o, incluso, el que representará el maquillaje de la temporalidad bajo la etiqueta de contratación estable e indefinida. La laxitud en su regulación, muy vinculada a los convenios colectivos sectoriales en cuestiones como las llamadas a la actividad o las circunstancias del despido promete litigiosidad. Y las posibilidades de ser terreno abonado para abusos de temporalidad también.

¿Es un espacio vacío de la reforma laboral para dejar sitio a la precariedad que precisamente se trataba de combatir? «El contrato fijo discontinuo es el que se identificará como el nuevo contrato precario», adelanta Ana Ercoreca, presidenta del sindicato de Inspectores de Trabajo y Seguridad Social. Ercoreca señala que es en esta modalidad donde cabrán los contratos ultracortos que terminaban un viernes y comenzaban el siguiente lunes o los centenares de miles de bajas los últimos días de cada mes que con la misma automatización se daban de alta el día 1.

En este sentido, la estabilidad de una relación laboral indefinida no supone el fin de la precariedad por la obligación del trabajador de estar siempre disponible para las llamadas de la empresa, incluso si se producen de año en año por periodos tan cortos que impidan un suficiente nivel de ingresos, conciliar o incluso generar unos mínimos derechos de desempleo por cotizar más de 360 días. «Los fijos discontinuos figurarán como trabajadores indefinidos a tiempo completo -260.822 el pasado mes de marzo- incluso si acaban trabajando sólo dos meses al año, lo que es precariedad maquillada«, opina Ercoreca.

Fuente: elmundo.es (10/4/22) pixabay.com

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